jueves, 13 de febrero de 2014

Hablando de Historia...BOLETÍN DEL EJERCITO LIBERTADOR DE VENEZUELA.




Boletín Número 33.



A las siete de esta mañana me dió parte la descubierta, que el enemigo con todas sus fuérzas de infantería y caballería se aproximaba a esta Villa; efectivamente a las 8 nuestra avanzada rompió el fuégo y a las 8 y media se había ya empeñado la acción con todas las tropas. 

El enemigo hizo desplegar por San Mateo 500 hombres de caballería y 20 fusileros, que al acto de cerrar el fuégo se apoderaron del río y del Calvario, y con 2.000 hombres de caballería y 700 de fusil atacaron por el Pantanero; inmediatamente con su numerosa caballería me cerraron por todas partes, y en aquel momento me decidí a que perecieran primero todas las tropas que estaban a mi mando, que abandonar la plaza. Efectivamente continuó de ambas partes un fuégo horroroso, pero bien sostenido hasta las 4 y media de la tarde, que no quedándome ya la mitad de mis tropas, y muerta o herida la mayor parte de la oficialidad, vi levantar un humo por el camino de San Mateo; y luego debí creer sería el comandante Campo Elías que con su fuérza había llegado. 

Entonces hice salir 100 hombres de caballería y 50 cazadores que rompiendo la línea enemiga protegiesen la entrada de las tropas auxiliares y que de no volviesen a replegar sobre mi línea. Afortunadamente esta división encontró empeñada la acción de las tropas enemigas con el comandante Campo Elías, pero atacando aquellas, hubo de facilitar la entrada de aquel valiente jefe. Reforzado yo con este auxilio hice tomar varias de las posiciones que ocupaba el enemigo y a las cinco y media de la tarde este huyó precipitadamente por todas partes, quedando cortadas varias de sus divisiones por Aragua arriban, la Galera, y las demás encumbrándose en los cerros del Pantanero, huyeron inconcierto; y sin haberse podido reunir una tercera parte de sus fuérzas, tiraron por las montañas que caen hacia el Pao. 

En aquel momento los hice perseguir por todas partes; pero entrando la noche ha sido preciso reunir las tropas para que viniesen a desayunarse y los caballos tomen algún pienso. El enemigo ha dejado cubiertas de cadáveres las calles de esta Villa; mucha parte de sus caballos han quedado en nuestro poder. Sus municiones y bastante número de fusiles hemos recogido hasta ahora, pero la noche no nos ha permitido ni hacer su enumeración, ni hacer recorrer el campo de batalla. 

No hemos hecho prisioneros porque nuestra tropa no ha dado cuartel. Por nuestra parte hemos perdido como 100 hombres y cerca de 40 heridos; entre los primeros tenemos que llorar la muerte del intrépido comandante de Soberbios Dragones ciudadano L. Maria Rivas Dávila; el teniente el caballería C. Ron; el subteniente de infantería ciudadano N. Picón; y de los segundos a los capitanes Pierret, Rouquets; a los de igual clase Juan Salias, Francisco Mora, mi edecán Vicente Malpica, Casimiro Esparragosa, José Acosta el Moreno y José Plaza; y los tenientes Pedro Correa, Basilio Alvarez y los subtenientes José Ruiz, Ulpiano Díaz, Manuel Maria España, Tomás Muñoz, José Alvarez, Ciriaco Carreño, Ribont; y el guarda-almacén Julián Rouyer. 

A mi me han muerto dos caballos bajo mis piernas, mas no he recibido daño alguno. Toda la tropa y oficialidad, han mostrado el mayor valor, y han dado a conocer a los enemigos de la libertad americana, que en cualquier parte donde se tremole el estandarte de la República, serán destrozadas sus fuérzas por enormes que sean. Boves en persona mandaba la acción, a quien se le han cogido todos sus libros de órdenes. Diós guarde a V.E. muchos años.



Cuartel General de la Victoria, 13 de febrero de 1814.



José Félix Ribas.

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